Todos queremos saber por qué estamos aquí. ¿Cuál es nuestra misión en la vida?
Las personas que lo saben, son fáciles de identificar: sus vidas están llenas de sentido. Su percepción del propósito existencial les da fuerzas para superar los malos momentos y para disfrutar de los buenos. Sin embargo, muchas personas se sienten confusas —o totalmente perdidas— en lo referente al sentido de la vida.
Me hicieron con frecuencia esta pregunta: «¿Por qué estoy enfermo y cómo me puedo curar?» Y, más a menudo, y con mayor insistencia, me han preguntado: «¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es mi verdadero objetivo? ¿Qué debería hacer con mi vida?» En cierto sentido, esta falta de orientación y de comprensión de la propia existencia es un problema de salud en sí, porque puede generar toda clase de estrés emocional, incluyendo depresión, ansiedad y fatiga. Y cuando estos tipos de estrés o sentimientos negativos se consolidan, pueden contribuir al desarrollo de una enfermedad. Tu mente no es la única que quiere saber cuál es tu misión; este conocimiento es de una importancia vital para tu cuerpo y tu espíritu.
Una vida confusa o desorientada tiene otras consecuencias. La falta de conocimiento de tu misión puede convertirse en una fuerza destructiva para tus relaciones. Tal como decía con frecuencia el fallecido teólogo, místico y profesor de la Universidad de Harvard, Howard Thurman, hay dos preguntas que debemos hacernos: «La primera es «¿Adónde voy?» y la segunda es «¿Quién irá conmigo?» Si te hacés estas preguntas en el orden equivocado, estás perdido.»»
Si no entendemos nuestra existencia, si no tenemos objetivos, podemos perjudicar a quienes nos rodean y a nosotros mismos. Si no sabemos cómo identificar «lo realmente importante» cuando algo va mal, no podremos reaccionar de forma adecuada ante los acontecimientos o las personas presentes en nuestra vida.
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